Relato de Daniela Agrafojo.
MI
AMIGA HADA
Odette
miraba la pradera multicolor con sus enormes ojos violetas, anhelando
que llegara el día en que su compañero humano la llamara, así ella
podría abandonar la vida aburrida del Fairytale y vivir junto a él
en su mundo.
Desde
siempre había deseado ser llamada. Y con pesar veía como cada
noviembre, muchas de sus compañeras hadas se marchaban para vivir
junto a su compañero o compañera humana. Ella siempre se imaginaba
las aventuras que se vivirían al formar parte de ese agitado y
complicado mundo, mas nunca ninguna de sus compañeras había vuelto
para narrar las historias, pues era una de las reglas. Si un hada era
llamada para vivir al lado de su compañero, no podía volver a su
propio mundo, debía permanecer con su compañero hasta que él lo
deseara. Y claro, todas ellas, encantadas siempre estaban de esa
condición. Pero los ciclos pasaban y ella no era solicitada. Y ya
comenzaba a temerse que jamás lo sería. Claro que no había nada de
malo en quedarse y vivir en Fayritale, pero ella en verdad deseaba
irse.
No
es que no fuera feliz allí, pero su espíritu travieso y aventurero
quería verlo todo de aquel mundo y el estar imaginándoselo sólo le
servía para quererlo más. Suspiró resignada, el día se acercaba
nuevamente y al parecer este ciclo tampoco sería llamada.
Escudriñó
con nostalgia el atardecer, pensando en Fay, su hermana. Ella se
había marchado el ciclo anterior, pero no sabía nada de ella, esa
era otra de las razones por las que ansiaba ir, quería saber de sus
amigos, los que vivían allá. Apoyó su carita en forma de corazón
sobre una de sus manos con nostalgia, pensando que si no fuera por
Nyx, su ansiedad sería aún más difícil de llevar, aunque jamás
se lo diría.
–Déjame
adivinar –le dijo una voz a su espalda– pensando de nuevo en ir
al mundo humano.
Odette
no contestó, no lo haría. Ese tonto de Nyx solo la exasperaba, y
las pocas veces que lograba librarse de él, volvía a encontrarla.
–Oh,
entiendo –murmuró– ahora me ignoras.
No
iba a hablarle, no lo haría, no…
–Déjame
en paz Nyx –arguyó sin darse cuenta.
El
ser mágico llamado Nyx, se sentó junto a su amiga sin prestar
atención a sus palabras. Él bien sabía lo mucho que ella deseaba
ir a aquel mundo, sin embargo no había sido llamada aún, y aunque
siempre le decía calmadamente que su día llegaría, ella no parecía
creerle.
–Esta
vez serás llamada, Odette.
–Eso
dijiste la vez pasada.
–Ahora
estoy seguro –afirmo– ya lo verás. Pronto te encontrarás con
Fay y los otros.
–¿Lo
dices de verdad? –preguntó mirándolo esperanzada.
–Lo
digo de verdad –aseguró con una sonrisa dulce, colocando su mano
encima de la de ella con ternura.
Odette
miró fijamente sus manos unos segundos, para luego levantar el
rostro hacia su rostro, anonadada por su hermosa sonrisa y su
amabilidad. De acuerdo
–reconoció para sí misma–, tal
vez había exagerado un poco antes cuando pensó que el siempre la
exasperaba, y por alguna extraña razón, su soledad siempre se
apagaba cuando él estaba cerca.
Pero no lograba comprender esa sensación extraña, así que cada vez
que estaba junto a él aparentaba no poder soportarlo.
Él
la seguía observando sin mover su mano con esa expresión
encantadora tan característica de él, y Odette, al notarlo sintió
como sus mejillas se sonrojaban, por lo que apartó la mirada.
–Confía
en mí Odette –susurró apretando la mano de ella suavemente–
todo saldrá bien.
**********
Algunos
días más tarde…
Odette
y Nyx, junto con el resto de las hadas, esperaban en el círculo de
piedras para saber quiénes partirían al mundo humano. Ella estaba
ansiosa e impaciente, más de lo común, y apretaba la mano de Nyx
con más fuerza de la necesaria. Pero deseaba saber si él tenía
razón, ella lo creía, pero necesitaba que se hiciera realidad.
Más
tiempo pasó, los nombres eran mencionados pero no el de ella. Odette
–susurró en su mente– ¿Acaso
es tan difícil decir mi nombre?
Para su consternación, el nombre de su amigo fue mencionado y su
corazón se llenó de tristeza al instante. Ahora Nyx también iba a
irse y ella iba a quedarse sola. ¡No
puede ser! ¿Por qué? ¿Qué voy a hacer ahora?
Su mano aflojó el agarre de la mano masculina, liberándolo. Él se
iba, ella no. Así de sencillo. Sus ojitos violetas se llenaban poco
a poco de agua, empañándole la visión. No era justo, pero no podía
hacer nada. Nyx la miró y en sus ojos pudo leer el pesar que él
también sentía. Sabía que no podía negarse, debía acudir a su
compañero.
A
su alrededor se escuchaban las risas y gritos de sus compañeras
hadas, las que se iban y las que se quedaban, todas felices. Todas
menos ella. Solo quería que acabara todo, para irse a su casita y
llorar, cuando de pronto sucedió. Odette,
dijo la reina. Claro que ella lo había deseado tanto que cuando
finalmente pasó no conseguía creerlo. Miró a la reina como si
hubiera dicho algo sin sentido, a lo que ella le respondió con una
sonrisa cálida que inundaba de destellos luminosos su corazón. Sólo
cuando Nyx tomó su mano nuevamente y le sonrió, ella se permitió
creerlo. Abrazó a su amigo con todas sus fuerzas, riendo.
–Lo
han dicho –gritó feliz– ¡Han dicho mi nombre!
–Ya
te lo había dicho –le contestó Nyx, devolviéndole el abrazo. Era
la primera vez que ella lo trataba de esa manera, pero se sentía
contento. Iba a ir con su amiga al mundo de los humanos. Podría
verla todos los días, y ser testigo de su sueño cumplido por fin.
–Iremos
juntos –le dijo más calmada, mirándolo aún con una sonrisa.
–Si
–murmuró dulcemente.
–Es
hora –les susurró la voz de la reina, indicándoles que debían
partir.
Ambos
caminaron hacia donde estaban los otros elegidos, y esperaron a que
la luna ocupara su posición en el cielo. Luego el portal se abrió,
y todos fueron tragados por un túnel de luz.
**********
Odette
abrió los ojos lentamente, sintiéndose aún aturdida, ese
viaje no fue como lo imaginaba
–pensó–. Miró detenidamente cada detalle del lugar donde se
encontraba. ¡Una habitación! Una habitación femenina, para ser más
precisos. Detalló la cama, con un cobertor color morado claro, que
combinaba con el color de las cortinas que ondeaban suavemente en la
ventana. Las paredes eran de un color crema muy claro, y estaban
llenas de fotos y dibujos. Había una mesita al lado de la cama, con
una lámpara y un reloj. ¡Vaya!
Todo se ve más grande de lo que imaginé.
Intrigada, intentó levantarse del lugar en donde estaba y fue cuando
se dio cuenta de que tenía una especie de tela encima. Curiosa, la
separó de su cuerpo y se levantó. Emocionada de estar por fin en el
mundo humano y ansiosa de conocer a su compañera.
En
ese instante se abrió la puerta de la habitación y una niña de
cabello negro entró tarareando una melodía. Odette no supo qué
hacer, nerviosa como estaba, así que se quedó parada en el lugar,
esperando ver la reacción de la pequeña humana al verla. Se tensó
cuando la chica se giró hacia ella.
–¡Has
despertado!
Odette
no dijo nada, asombrada como estaba de que la niña no estuviera
asustada o algo parecido, más bien parecía muy contenta.
–Qué
bueno que estás bien, me tenías bastante preocupada.
La
chica se acercó para mirarla de cerca con sus grandes ojos castaños,
llenos de cariño, y una sonrisa amable que la sorprendió aún más.
–Mi
nombre es Claudia –dijo tranquila– y tengo diez años. ¿Me dirás
tu nombre?
–Odette
–dijo con cautela. No estaba segura si la niña podría entenderla.
Pero entonces la hermosa muchachita sonrió nuevamente.
–Me
alegra conocerte Odette –dijo– y ¿eres un hada? –interrogó
con los ojos brillando de la emoción.
–Lo
soy –respondió– pero debes mantener en secreto mi llegada –pidió
suavemente, a lo que la niña asintió.
–¡Un
hada vino a visitarme! –gritó Claudia de repente, para un segundo
después abandonar su estado sonriente y preguntar –¿Cuánto
tiempo te quedarás?
–Hasta
que tú lo desees.
–¡Qué
bien! Y dime ¿Hay más como ustedes? –Odette asintió– ¿Puedo
verlos?
Odette
pensó por un momento. Primero debía encontrarlos ella, y luego si
estaban cerca, Claudia podría conocerlos. Pero eso podía ser
bastante difícil, pues no sabía en qué lugar se encontraban Fay o
Nyx.
–¿Qué
pasa?
–Primero
debo saber en qué parte se encuentran. Si están cerca, puedes
verlos.
–¡Qué
guay! –exclamó.
–Será
un placer permanecer contigo Claudia, si me lo permites –le murmuró
con una tenue sonrisa.
–Puedes
quedarte para siempre.
**********
Nyx
suspiró nuevamente.
Su
viaje había sido muy movido, pero al despertar había notado con
incredulidad que estaba atrapado dentro de una botella. Asombrado,
había gritado que lo sacaran de allí golpeando el cristal con sus
pequeños puños, cuando una cabecita rubia se había asomado por
detrás de la cama. Un pequeño niño de ojos verdes lo miraba entre
asustado y curioso desde detrás de su máscara de buzo con
esnórquel. Nyx detuvo los golpeteos y lo miró con curiosidad por un
rato, hasta que comenzó a sentir como se quedaba sin oxígeno
–porque la botella estaba tapada con un corcho– y comenzó a
golpear nuevamente.
–Hey,
niño –dijo lo más gentilmente que pudo dadas las circunstancias–
¿Podrías sacarme de aquí?
–¿Quién
eres tú? –preguntó con timidez.
–No
voy a hacerte daño –barbotó– pero me estoy quedando sin aire
aquí adentro.
El
niño lo miró unos instantes más antes de finalmente abrir la
botella. Cuando Nyx salió tomó una bocanada enorme de aire. El
humano había vuelto a meterse detrás de la cama y lo miraba con sus
ojos verdosos apenas asomados por encima del cobertor de autitos.
Tratando de no hacer nada precipitado, Nyx se había sentado en el
pequeño escritorio donde antes estaba la botella, decidido a esperar
a que fuera el pequeño quien se acercara a él. No tuvo que esperar
mucho, porque lleno de curiosidad, el pequeño humano había andado
con pasitos inseguros hacia él, hasta estar frente a la mesa. Se
había arrodillado delante de él y con indecisión había acercado
un dedo para tocarlo. Nyx había dejado que lo tocara suavemente,
hasta que se sitió confiado.
–¿Quién
eres tú? –había interrogado nuevamente con sus deditos aún
tocándolo.
–Mi
nombre es Nyx.
–¿Mich?
–dijo– Así se llama mi papá.
–No,
no –había hablado con su calma acostumbrada– mi nombre es Nyx.
–Hola
Mich, mi nombre es David –había dicho.
Y
con ese recuerdo, volvió a suspirar. Llevaba más de dos horas
intentando que el pequeño de siete años le llamara por su nombre,
pero parecía imposible. Él estaba determinado a llamarlo “Mich”,
y en ese momento, le preocupaba más no saber en dónde estaba
Odette. Seguramente ya estaba con su compañero, pero deseaba ver que
estuviera bien por sí mismo. Por esa razón, se había instalado en
la ventana, tratando de sentir su poder, como lo hacía siempre en
Fairytale para encontrarla, pero no sentía nada.
Mientras
miraba por la ventana, Nyx no se había percatado de lo que hacía su
pequeño compañero. Éste daba algunos paseos hacia la cocina y de
regreso, trayéndole todo tipo de comidas. Cuando Nyx finalmente miró
al niño, se fue de espaldas cayendo desde la ventana hasta la cama.
Con la boca abierta de par en par, miró incrédulo la cantidad de
pasteles, frutas y bebidas, entre otras cosas, que su pequeño humano
le había llevado. Buscó a David con sus ojos azules, para
encontrarlo sentado al lado de la cama, mirándolo con atención,
esperando. ¿Acaso
pretende que me como todo esto?
–pensó– ¡Es
imposible!
–Ehhh…
David… ¿Qué quieres que haga con todo esto?
–Comértelo
–dijo, como si fuera obvio.
–No
tengo hambre, disculpa –arguyó apenado.
El
niño pestañeó un par de veces, mirándolo. En verdad esperando que
él lo comiera todo, pero Nyx jamás podría comer todo aquello, ni
en un millón de años.
–Bueno…
verás…
–¡Helado!
–gritó de repente David, saliendo apresuradamente del dormitorio
mientras una melodía extraña sonaba desde afuera. Nyx se apresuró
a seguirlo, no le preocupaba que alguien más lo viera, porque sólo
aquellos que poseen un hada compañera pueden ver a las demás. Se
detuvo cuando vio al pequeño en una fila delante de un extraño auto
rosa. ¿Helado, que
será eso?
Pero
se olvidó del helado cuando sintió un familiar poder acercase a él.
Miró en la dirección que provenía y con alegría, observó como
Odette se acercaba siguiendo a una niña humana de pelo negro y
largo. Ella se detuvo al verlo, para luego volar hacia él a gran
velocidad.
–¡Nyx!
Qué bueno que estás bien.
–También
estoy feliz de encontrarte. Dime ¿Estas…
–Sí,
esa niña de ahí –sonriendo señaló a su compañera, que estaba
en la fila igual que David– su nombre es Claudia y es adorable ¿Y
el tuyo? –dijo mirando en todas direcciones– ¿en dónde está?
–Ahí
–señaló la cabecita rubia justo delante de Claudia– el niño
rubio que está delante de tu compañera, su nombre es David.
Ambos
intercambiaron miradas de alegría al notar como sus compañeros
regresaban juntos con unos extraños y coloridos alimentos en las
manos.
–¿Ves?
A que es genial –le dijo David a Claudia señalando a Nyx.
–Esa
es la mía –le susurra bajito al niño mientras le revuelve el
cabello rubio– ¿Verdad que es bonita?
–Ujum…
–asiente David con la boca llena de helado de fresa.
Nyx
y Odette siguen a los niños de vuelta a sus casas, contentos con los
compañeros que ambos tienen, y de que éstos sean vecinos.
–Quisiera
que Fay estuviera cerca de nosotros también –se lamenta Odette.
–Seguramente
no está lejos –le dice Nyx para animarla, a lo que ella sonríe–
debes estar feliz, la aventura pronto comenzará.
–Te
equivocas –él la mira curioso– ya comenzó.
*****
FIN *****
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